html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml" xml:lang="en" lang="en" dir="ltr"> Diálogos picantes del Profesor Bruburundu Gurusmundu y su ayudante Chalapán Malacacha: enero 2013

jueves, 10 de enero de 2013

La epidemia de obesidad que afecta al orbe tiene en las cuerdas al pico flaco

-¿Puedo entrar?
-Adelante, Chalapán. Estás en tu casa.
-Muchísimas gracias, Máximo Anfitrión del Goce.
-Observo que has venido de terno y sombrero.
-En la Academia nos exigen cierta compostura cuando damos exámenes de fin de año, Maharajá Fashion, como se dice.
-Pero a ti se te pasó la mano, chiquillo.
-Lo mismo que pensaba yo, Maestro, pero mi mamá me dijo que fuera presentable y no tuve el valor de llevarle la contra.
-¿Desentonaste?
-No, Sultán de los Manjares del Placer, varios llegaron igual que yo, ¿no ve que los sombreros se volvieron a poner de moda? ¡Y muchos van hoy de bigotes por el mundo!
-¿Tú no?
-No me quieren salir todavía, Emperador del Vicio.
-Échate grasa de carreta. Si no te resulta, prueba con caca de gallina.
-Ya lo hice, Maestro, le confesaré. Si pasa un año más, me resignaré a ser lampiño.
-Tiene grandes ventajas ser lampiño, querido Chalapán, pero no saco nada con enumerártelas, consciente de que el hombre ansía lo que no tiene. Ya ves tú el calvario de los seres humanos de pico grande. Darían la mitad del miembro por tenerlo más chico.
-¿Será verdad, si todos quisiéramos ser como ellos?
-Es verdad, Malacacha. Me consta, por las numerosas consultas que recibo en la oficina del centro. Una tarde llegó un pobre con el cuero del pico áspero. Me confesó que se lo había lijado porque las mujeres le reclamaban que lo tenía muy grueso. Al día siguiente un chico me contó que cuando se le paraba se le iba el cuerpo para adelante.
-¿Y se caía al suelo el chico?
-Estamos hablando de un problema crónico, Chalapán. Al principio debió caerse, pero con el tiempo se vio obligado a desarrollar un sistema que le evitase cualquier tipo de contratiempo.
-¿Se lo reveló?
-En mi eterna búsqueda de la verdad le pedí que lo hiciera y accedió. Me contó que siempre andaba trayendo una pitilla amarrada a la cabeza del pico. El hilo le pasaba por los cocos, por la raya del poto, le subía por la espalda y le salía por encima del hombro, para terminar amarrado al primer botón de la camisa. Cuando iba caminando y el pico se le paraba, jalaba el hilito de tal forma que el pico se le iba para atrás o se le pegaba en la pierna si estaba muy duro. Así había solucionado el problema. Pero la insastisfacción es general, Chalapán. Los chicos quieren ser altos y los flacos, más gordos. Y así llegamos al tema que nos convoca hoy.
-¿Qué ejemplo de erudición ha preparado para esta tarde, Filósofo de la Herramienta?
-Hoy hablaremos de la epidemia de obesidad que envuelve al ancho mundo en una capa de grasa gelatinosa y que tiene en los huesos al pico flaco, así de simple, querido Chalapán.
-Ardo en deseos de escuchar sus palabras, Artífice de la Sabiduría Terrenal.
-¿Antes quieres servirte algo? No hay mucho, te advierto.
-Una agüita podría ser.
-Hay un jarro de agua con hojas de cedrón. Está fresquita. Sácalo del refrigerador y a mí sírveme un vaso también, mira que es muy temprano para cañonearme.
-A su orden, General del Buen Beber.
(Beben).
-Salud, Profesor.
-Salud, Chalapán. ¿En qué estábamos?
-Decía que el mundo vive una epidemia de obesidad, Maestro.
-Gloriosos los tiempos en que los teucros combatían contra los dánaos y sus mujeres los esperaban en casa, ansiosas de lavarles sus heridas, querido Chalapán. Ellos regresaban llenos de calugas y a ellas se les llegaban a traslucir las venas bajo la nívea piel. Una vez que eran repartidas las calugas ellas se las comían pero no engordaban, a lo más subían un cuarto de kilo que al día siguiente ya habían perdido, debido a que por la noche los valientes soldados las habían hecho arar a cachas. A todo esto era bien visto que los teucros se afilaran entre ellos detrás de las matas en los largos intermedios de la guerra, viril acción que también emprendían los dánaos, quienes preferían para esos avatares las tiendas de campaña, de modo que espacio para la gordura no había.
-Creo que ahora las cosas han cambiado para mal, Mandamás Fakir.
-¡Se ve cada guatona que camina por la calle tratando de fruncir el poto! Y el poto en vez de fruncirse se abre. La raja ya está empezando en la cadera y terminando en las corvas.
-¿Qué son las corvas, Profesor?
-La parte opuesta a las rodillas, Chalapán, ahí recién se vienen a separar las piernas de las guatonas de hoy. Con esos medios culos no sería raro que en unos años viéramos sirenas con cuerpo de cetáceos caminando en dos patitas. Y lo peor es que uno se calienta igual, o más. Yo me fijo en las caras de los viejos, se llegan a dar vuelta a mirar los cachetes que se mueven pallá y pacá. Debajo de unos pantalones ajustados como prietas se adivina un calzón enano que puta que debe sufrir tratando de tapar el hoyo, y los viejos mientras tanto ponen cara como de acomodador de cine o de relojero, quiero decir que miran el poto desconfiados, al detalle, pensando cómo es posible tanta carne en un solo poto y parten a hacerse la manflinfla al baño de la fuente de soda más cercana. Hay quienes no se aguantan y corren mano a la pasada y le echan la culpa a la vereda angosta y las guatonas ni se dan cuenta, porque las terminales nerviosas del tacto que antes les ocupaban todos los poros de la raja ahora tuvieron que redistribuirse y no alcanzan para tanto, de modo que queda mucha zona despoblada, los viejos califas parecieran haber tomado conciencia de esto porque he notado que la lujuria callejera ha ido en aumento.
-Si la cosa fuera así, como la ha descrito con su proverbial sabiduría, todo iría peor que extraordinario como dice en la Academia mi amigo Marcelo Semilichái, y andaríamos a los puros abrazos.
-Córtala de una vez por todas con la Academia, Malacacha.
-Perdón, Maestro.
 -No andamos a los puros abrazos, para que sepas, porque alguna vez llega el momento sublime de hacer el amor con alguna representante de estos carnavales del huachalomo y entonces se ven atrocidades que da pena describir. ¡Oh, musas! ¡Inspiradme para relatar el pasaje que vendrá a continuación! ¡Dadme, o prestadme, por último arrendadme la virtud de la piedad! ¡Aleja de mi alma toda huella de ironía y de sarcasmo!, que no están los tiempos para burlas ni denuncias, sobre todo con las juezas que hay ahora.
-Le suplico que vaya sin más al asunto que nos mueve, Maestro, el del pico flaco metido a grande.
-Una guatona bailaba en una disco del barrio Bellavista cuando notó que un chicoco de paquete falso le miraba el poto, se dio cuenta del paquete falso porque el chicoco se arreglaba a cada rato el manguaco hasta que en un descuido se le salió una toalla por el marrueco que le quedó abierto cuando fue a hacer pichí. Pero no era momento de reparar en pequeñeces y al otro baile ya estaban atracando, al tercer baile se declararon eterno amor y al cuarto estaban perdidamente enamorados (de hecho me dijeron que al tiempo tuvieron guagua, después se casaron y ahora están separados porque el chicoco la pilló haciendo tortilla con otra guatona un día que llegó más temprano a la casa, parecían luchadoras de sumo le contó a su compadre a la quinta botella de Escudo de litro y el compadre le exigía que siguiera hablando porque se había calentado con el refriegue de tetas, tras lo cual el chicoco se ofendió y le partió la botella en la cabeza, el compadre terminó en la posta y el chicoco cayó preso y lo mandaron a Colina 2 donde se transformó en un Perkins). Esa noche de la disco terminó románticamente para ambos en los prados del Parque Forestal; como a las 4 de la mañana la guatona se levantó la minifalda, se corrió el calzón y le dijo enchúfamelo pero no tan fuerte no me hagái daño culiado mira que soy virgen; el chicoco se sacó el cuchuflí, no se le veía mucho por la oscuridad pero no hubo caso, no podía entrar, entonces la guatona levantó sus extremidades inferiores y se las puso al chicoco al hombro, el chicoco sintió como si lo aplastara un elefante de circo y con la presión le dio un vahído y se le llegaron a hundir las rodillas en el pasto, lo que a la postre logró su efecto porque el pico entró y se fue cortado, la guatona ni siquiera alcanzó a decir ¡háceme una guagua! A todo esto no pensaba ser virgen, se estaba haciendo. El chicoco reaccionó cuando sus ojos tornaron del blanco a su color natural y la increpó. ¡Dónde está la sangre! La guatona agarró lo primero que tuvo a mano y le mostró, era una hez de can, el chicoco motivado por los celos se llevó la mano a la nariz y dijo tiene olor como a caca de perro, y se quedó con ciertas dudas, pero igual al tiempo se casaron, como se ha relatado.
-Me cuesta creer que los chilenos seamos capaces de cosas así, Profesor de Maestros.
-Durante una entrevista radial la doctora Cordero se ufanó de sus aposentadurías, afirmando que en su tiempo eran las mejores de la Universidad Católica, debió decir las más grandes. Su interlocutor se chupó y no fue más allá, yo le habría preguntado si un pico flaco puede aspirar a poto gordo o debe dar paso a las nuevas generaciones.
-Siempre he pensado que el poto gordo exige un miembro dotado, Maestro.
-Y no es así, Chalapán. La Universidad de Kensington publicó un estudio en la revista Science, basado en dos mil pacientes, en el que demostró que las guatonas son de vagina estrecha y corta, de  modo que la cópula perfecta se da con pico chico y flaco. La razón se debería a que la carne sobrante que acumulan en los muslos y la que le cuelga de la guata tiende a presionar la vulva y recogerla hacia dentro del cuerpo hasta prácticamente hacerla desaparecer, dejándola convertida en una minúscula rayita como de lápiz pasta. En cuanto al ano, los investigadores demostraron que el mojón hecho por una guatona o un guatón, por muy duro que fuere, llega al agua de la taza del water convertido en una especie de sopaipilla amasada naturalmente por los cachetes en el momento de la puja y la salida. ¡Ay, musas! ¡Les rogué! ¡No me están escuchando! ¡Alejad de mí estas imágenes coprolálicas, resabios de la primera infancia!
-Continúe, por favor, Serenísimo Gran Maestre.
-En 1983 la Nasa quiso mandar a tres guatonas a la luna para hacer un experimento pero el cohete se chingó, no le dieron las fuerzas para levantar vuelo. El experimento se tuvo que hacer en una sala cerrada, a la entrada de la base Cabo Cañaveral, a mano izquierda, al lado de un café que hay para las visitas. Consistía en saber cuánto tiempo resistían tres guatonas sin comer hamburguesas. A los dos días se empezaron a sentir gritos de horror que provenían de la sala. Cuando abrieron la puerta las guatonas estaban llorando.
-Oh, qué dolor.
-Recojo de Internet el caso de un español del pueblito de Llanes, en la costa cantábrica, Don Pedro Peláez y Peláez, casado con Doña Ofelia de las Corrientes, flaca de nacimiento, espiga de joven y esqueleto ambulante en la madurez, viciosa del cigarrillo, el tabaco le había reducido el cuerpo a un colgajo de nervios y se lo pasaba viendo televisión y direccionando la antena para captar mejor la señal, se le iba el día en levantarse del sillón hasta el televisor, mover la antena, sentarse, prender el cigarro y levantarse de nuevo. Hablaba con voz de hombre y dicen que hasta un chagualín tenía entre las piernas, aunque sus compañeras de curso han hecho hincapié de que se trataba no de un pico atrofiado sino del mismísimo clítoris, pues recuerdan que en las clases de gimnasia éste se le aparecía por debajo del pantalón. Por razones misteriosas que su buen marido no lograba comprender, el matrimonio no andaba bien. La casa patas parriba, en la noche Ofelia se acostaba rumiando insensateces y a cada rato se levantaba a fumar y le  interrumpía los ronquidos a Don Pedro. Un día el esposo le preguntó cielito se me hace la idea de que no eres completamente feliz; pero la pilló atravesada y recibió esta brutal respuesta en traducción nacional: ¿Y con esa puntita de caracol pretendí hacerme feliz, roto infeliz? (Nótese la indirecta redundancia, reveladora de su estado de angustia). Don Pedro miró hacia abajo y al no divisar nada más que su abdomen tomó conciencia de su artefacto y sollozó. Al otro día caminó a los acantilados, dispuesto a reventar su cuerpo contra las rocas. En eso estaba cuando vio a una guatona recolectando zanahorias silvestres, ¿le ayudo señora? Gracias caballero no se moleste, si no es molestia en serio, muchas gracias pero no se vaya a quemar con el sol, póngase este bonete, la guatona que se agacha y el viejo que se lo mete, pero fracasó estruendosamente, quedó como a medio metro del hoyo Don Pedro. La guatona, que no era tonta, vislumbró que de aquí al final del día y quizás  del mes y del año iba a ser difícil que se pegara otra cacha, de modo que llevó de la mano a Pedro detrás de unas rocas, lo puso de espaldas sobre los guijarros y se le sentó en la boca, el pobre trataba de sacar la lengua para respirar y sin querer mandó cortada a la guatona dos veces, hasta que la guatona dio vuelta la cabeza y divisó una protuberancia como verruga que iba creciendo hasta llegar al tamaño de una pila Triple A, esas que son más chicas que las Doble A; era el piquito parado de Don Pedro, lo que la excitó sobremanera porque se imaginó a un niño y sin aviso echó el poto patrás y se ensartó la diuca, con tan mala suerte que la pilló en inclinación de 45 grados y se la fracturó. El hombre fue a dar a la posta, donde los galenos le repararon la falla con un dedal que abrieron por el extremo y que utilizaron en vez de yeso. Como el metal quedó bailando fue necesario adherirlo al lomo del pico fracturado con palitos de fósforo, pero el cirujano olvidó cortarles la cabeza y un día que hacía mucho calor se prendió un fósforo y éste encendió a otro y a otro y Don Pedro se quemó el pico.
-Oh, qué dolor, Master.
-La pirula chica en poto grande es un problema más bien estético que ético. La obesa, que gusta de verse al espejo durante el acto, goza al mirar cómo le entra una callampa gruesa como tronco de árbol; al contrario, su experiencia visual declina con un miembro de gato. El placer objetivo derivado del roce mengua frente al placer mayor derivado de la excitación ante un pico grande entrando y saliendo por los labios de la vulva, de tal manera que esa visión envía un mensaje que el cerebro interpreta erróneamente y a las finales a la guatona le da la impresión de que gozara más con un pico grande que con un pico chico, lo que se ha demostrado que es falso de falsedad absoluta, ya que las pruebas de Masters y Johnson mostraron las mismas rayitas en los encefalogramas de orgasmos de guatonas en cachas con pico chico y de guatonas en cachas con pico grande. Esta última teoría, denominada Magnus penis voluptatem mendax o El placer mentiroso del pico grande, la publicó en la revista Nature el neurobiólogo Anders Kaputnik, renombrado investigador de pico chico.
-Seguramente se lo fotografiaron en el urinario de la universidad investigadores chaqueteros, Maestro.
-La penca gigante es víctima de un problema que nunca ha sido tratado por la ciencia y que un olvido feroz me hizo ignorarlo en la primera edición de mi libro "Actas secretas del Club de la lengua de vaca", querido Chalapán. Es un problema que sus dueños padecen todos los días, o día por medio o cada tres o cuatro días, dependiendo de si su tránsito es rápido, normal o lento. Consiste en que cuando el hombre de pico grande va al baño a hacer caca, el pico le cuelga y le flota en el agua de la taza, ¡oh, Musas, no me desviéis del camino recto!
-¿Existe el enano de pico chico, Majestad del Metraje?
-Un enano de pico chico es lastimoso, Chalapán, las mujeres que se los llevan a la cama esperan hallar lo que les han dicho que van a encontrar, de allí el desconsuelo posterior. Cuéntase al respecto el caso de la gorda del circo que se enamoró a primera vista del enano. Era una guatona barbuda para más remate y dale con querer pescarse al enano. Cierta noche, al finalizar la última función del domingo, el señor Corales les dio chipe libre y la gorda Elsa invitó al enano a su carromato diciéndole que había arrendado una película de Los tres chiflados. El enano entró desprevenido y apenas subió los tres escalones la gorda lo agarró al vuelo y cerró con candado, echó a andar la película y le dijo espérame que me voy a poner cómoda y al rato apareció con un baby doll transparente, la barba le tapaba las tetas y la champa le llegaba al ombligo, se veía mona; ponte cómodo tú también le ordenó y al enano qué le han dicho, a los 15 segundos estaba en calzoncillos. La gorda, caliente como un cautín, lo agarró de los cachetes y se echó en la cama con las piernas abiertas sin soltar al enano, que no podía pedir auxilio porque tenía la cara entre las tetas, el piquito fue entrando y la guatona le gritaba MÁS MÁS MÁS y lo baboseaba entero MÁS MÁS MÁS ENANITO mientras Curly decía ñan ñam ñam hasta que el pobre enano tuvo que advertirle que el hilo de la carretilla le llegaba hasta ahí no más y la gorda lo levantó de las caderas y le examinó el pico, optando por refregarse al enano entero en la zorra y así acabó tres veces, claro que el enano anduvo pegajoso como dos días.
-He leído que una mujer caliente equivale a tres califas, Monseñor del Pecado.
-No nos desviemos del tema, Malacacha.
-Perdón, Maestro.
-La señora Eulogia Cárdenas tiene una residencial en Cartagena que es como un libro de cuentos. Yo en ese tiempo le vendía el pescado y una tarde de invierno sin turistas me invitó a tomar mate con arrollado y cuando el brasero estaba en lo mejor le pedí que sacara anécdotas de su repertorio. ¿Le conté cuando vino a jugar un equipo de fútbol a San Antonio? No, le respondí, fue un día de invierno hace como cuarenta años, yo era jovencita y le ayudaba a mi mamá con la residencial, era más gordita que ahora, pero durita, mire aprete, más durita, tuavía no había conocido al finado porque en ese tiempo el finado era pescador. Entonces tocaron el timbre y era el equipo de O'Higgins, ese de Rancagua que venía punteando así que los jugadores se creían reyes y tomaron ocho habitaciones, dos para cada jugador y las otras para la reserva y para el dentrenador. En ese tiempo yo no me las traía como ahora, que me gusta cuartearme mirando por un portillo, estaban las piezas limpiecitas, pero déjeme contarle porque para allá voy, en la noche me llamó un jugador reclamando que había un ratón en la pieza ¡Jesús María y José! le dije yo y pesqué una escoba y partimos a matar al ratón, pero cuando dentramos habían tres jugadores en pelota que me le tiraron encima mientras el que me fue a buscar cerraba la puerta para que no escuchara mi mamá, me hicieron arar a cachas y fijesé que la que más me gustó fue la del que tenía el pirulín chico, lo movía con talento y yo me imaginé a Sandro y a Leonardo Favio que en esa época estaban de moda, le gustaba darme pellizcones en los cachetes hasta que me mandó cortá y justo entonces sentí un ruido como de motor, pensé que era de las estrellas que veía pero después me di cuenta que el arquero estaba haciendo un portillo con un taladro para mirar padentro de la pieza, ahí se me pegó el vicio, era un arquero que se llamaba como Casali o algo así, ¿se acuerda? No mucho pero siga, le ordené, entonces ella me contó que cuando se la iban a montar de nuevo se fijó que otro que le decían El maestrito se calentó con la herramienta del centrodelantero y se la llevó al poto y después le pidió que jugaran a las cambiaditas, al otro día empataron cero a cero y San Antonio celebró el empate como un triunfo, terminó la historia y me rellenó el mate, me hizo tomar como siete mates hasta que me tuve que levantar a hacer pichí. Fijo que me vio por un portillo que no pude descubrir, era una maestra del encubrimiento. A la vuelta me volvió a rellenar el mate y pasamos a la segunda historia de la tarde, no sin antes echar su par de lagrimones por el finado que era tan bueno me decía, medio desobediente pero bueno al fin y al cabo. No me va a creer que un día llegaron dos colitas y yo que no soy fijada les arrendé una pieza pero no quiero escándalos les dije, no señora cómo se le ocurre somos educadas, me dijo la más guatona. En la noche me picó el bichito y abrí el portillo de esa pieza justo cuando el maraco guatón, que era de pico grande, le metía la callampa al maraco flaco, que era de pico chico, cállate huevona no te pongái a gritar mira que estamos advertidas le dijo y el maraco flaco cerró los ojitos y mordió la almuá, y qué hizo usted le pregunté, yo me piqué con la envidia y mandé al finado a parar la fiesta anda a despegar a esos maricones le dije yo; el finado abrió la puerta de par en par y acto seguido cerró la puerta de par en par y en cuanto volví a mirar por el portillo, porque el finado no sabía que yo le había pasado taladro a todas las piezas, era un secreto mío nomás, cuando puse el ojo en el portillo estaban haciendo trencito, y qué hizo usted señora Eulogia inquirí ansioso chupando el mate con malicia y me dijo salí al pasillo y abrí la puerta de par en par y después cerré la puerta de par en par y me puse de locomotora; me tocó el maraco flaco de pico chico y yo que siempre he sido de intestino suelto de un puro pitazo me lo saqué del hoyo y fabriqué un descarrilamiento para armar de nuevo el tren. ¿Qué te parecieron las historias de la señora Eulogia, querido Chalapán?
-No es de fiar marucho de lupanar, dice mi mamá, Gurú del Vicio.
-Tu madre no sabe de esas cosas, muchacho. Escucha esta cinta que en un momento de angustia le envió un maricón de casa de putas a su maraco, luego de presidir una orgía de falos erectos entrando en poto fuerte.
-Escucho no sin un dejo de pudor, Maestro.
(Corre la cinta).
"Amorcito de mi vida, mi culebrita de mazapán, supiera lo que esta vida degradada que llevo me ha hecho ver anoche, si tan solo lo intuyera me vendría a rescatar y a llevarme entre sus brazos al nidito de amor. A propósito, ¿pagó el arriendo? No se le vaya a olvidar mire que la última vez tuve que pagar el año completo y eso afectó mi presupuesto, pero no quiero darle preocupaciones, ¡ardo en deseos de ser suyo mi tripita de colibrí! Fíjese que anoche llegaron unos huasos del campo, venían de Codegua y las querían todas los brutos, pero no se imaginaban la chichita con que se iban a curar, el salón estaba lleno de mineros que venían llegando de Caletones, andaban nadando en plata, gastaban más que el maestro Cárdenas. Los huevones me tocaban el poto a cada ponchera que pedían, creen que una ponchera les da chipe libre, hieren mi sensibilidad, a una hay que conquistarla como me conquistó usted con ese ramo de cardenales que me regaló el 13 de octubre, nunca me olvidaré de esa fecha, ¡la llevo guardada en el corazón!
"Pero le cuento. Fíjese que de repente se armó la grande y vi una cuchilla de este porte. ¡Pórtesen como caballeros o si no se me van todos para la casa! les dije yo y me puse bien seria, y se anduvieron calmando, guardaron las cuchillas y se hizo un brindis por las niñas. El huaso más bruto pidió que desfilaran en pelota y los mineros aplaudieron y gritaron ¡en pelota, en pelota! Yo les paré el carro y les dije bueno cabritos pero antes póngasen con cien lucas, miren que las niñas no están para la corneta. ¡Maricón, maricón!, empezaron a gritar los rotos y me hicieron llorar, ¡me hicieron llorar y usted tan lejos!, pero se pusieron con la plata y le ordené al pianista que empezara a tocar la de siempre, la Rabeski. Salieron las niñas una por una y después todas juntas y no faltó el huevón que empezó a gritar ¡paso parada, paso parada! y las pobres niñas se vieron obligadas a desfilar, hubiera visto a la Bárbara Rock, apenas podía levantar las patas la pobre y las várices le llegaban a bailar en las piernas, pobrecita. Total que con el trago se pusieron con otras cien lucas y  las hicieron darse vuelta para elegir el mejor poto de la casa. Los huevones se creyeron con derecho a prueba, pasaban examinando y les metían el dedo en la raja, en eso eran los dos grupos iguales, no hubo diferencias y cuál de ellos tenía los dedos más sucios, usted sabe que yo me fijo en eso y que no me gustan las uñas largas porque hieren, como que desgarran los intestinos, los huasos y los mineros venían directo del arado y de la mina.
"Las niñas no reclamaban, a lo más daban un saltito, hasta que una llegó al techo, era un huevón que le quiso meter la mano entera, ahí paré el escándalo y se las canté claritas. Ya niñitos, ¿eligieron? les dije y me contestaron al unísono ¡Sí! ¡Al maricón, al maricón! Ay si supieran lo que una sufre con esas cosas, se creen muy graciositos los conchas de su madre, por eso en esos momentos me amparo en su recuerdo, mi pirulita silvestre.
"Al final los huasos y los mineros se sacaron las herramientas del marrueco y dieron la orden a las asiladas que eligieran ellas. Ahí salté y exigí la plata antes que todo. Un minero se golpeó el bolsillo varias veces, sacó un fajo de billetes, me lo pasó. Que no se note pobreza Manuela, me dijo. Un huaso no quiso ir en menos y me pasó otro fajo. Yo tampoco reparo en gastos maricón culiado me dijo y me tiró el fajo, yo me hice la ofendida y no lo quería recoger hasta que cedí a la presión y me agaché, entonces el huaso me pegó la media patada en la raja y me mandó a acostar. No, le dije yo, aquí la última que se acuesta soy yo.
"Pero aquí viene la cuestión que quería contarle en esta lóbrega noche de insomnio, mi lapicito Faber número 2. Fíjese que las niñas no se tiraron como hacha a los miembros grandes, como hubiera hecho quien habla, perdonando el dicho, sino que se disputaban las flautas de cuatro notas, por usar una metáfora. Mientras más guatonas, más chicas elegían la diuca, lo que me hizo pensar en que los potos gordos se relamen mejor con las verguitas tiernas, ¿será por eso que me enamoré de usted?"
(Fin de la cinta).
-¿Eso es todo, Mercader del Sexo?
-Eso es todo, querido Chalapán. Y hasta aquí llega por hoy el diálogo pagado, porque es la hora de mi aperitivo. ¿Gustas servirte un whisky en las rocas o tienes que estudiar para un nuevo examen?
-No, Decano de la Lengua. Hoy di mi último examen del año, de modo que para mí será un placer acompañarlo, si es que soy digno de compartir su tiempo libre un momentito.
(Beben).
-Salud.
-¡Salud, Maestro!
-Honor, templanza y dignidad, Chalapán.
-Honor, templanza y dignidad, Profesor.