Yo y mi chica robot
-Sí, Mesías del Humor. Ese cuando se estaba desclavando.
-No tonto, ese es sacrílego.
-Entonces no me lo sé, Gran Jefe.
-Este es de corte infantil. Jesús predica en la plaza y una pila de cabros chicos le interrumpe el discurso a cada rato. A los apóstoles se les acaba la paciencia y se lanzan a corretearlos, pero Jesús detiene a los suyos y les ordena: "Calma, hermanos, dejad que los niños vengan a mí".
-¿Y los apóstoles le obedecen?
-A medias, Chalapán, porque están picados con los cabros chicos. "¡No lo están dejando hablar, Maestro!", le hacen ver. Jesús insiste: "Dejad que los niños vengan a mí". En lo mejor de la parábola los cabros se ponen a gritar como desaforados. Los apóstoles hacen amago de callarlos, pero Jesús los contiene: "Dejad que los niños vengan a mí..." Los apóstoles vuelven a guardar silencio. Entonces Jesús les advierte: "... Y cuando estén bien cerca los vamos a levantar de una chuleta en la raja".
-...
-No te dio risa, Chalapán.
-Mi mamá me puso una faja porque se me quiere salir una hernia, Profesor. Estoy tratando de no reírme... ah... ah...
-Te cuento ese viejo chiste, que tanto me hizo gozar en la adolescencia, a propósito de nada, porque buscando la relación con los chinos y los japoneses no se la encuentro, querido Chalapán, salvo que el chiste se interpretara como que los chinos están dejando que los japoneses se acerquen para reventarlos a bombas atómicas en venganza por lo que pasó en Nanjing. Lo que quiero decir es que el gigante chino despertó hace rato, como profetizó Napoleón, y el mundo se va a poner a temblar. Y los primeros que van a cagar van a ser los japoneses.
-Así es, Gurú Táctico Planetario.
-Existe una teoría de un historiador californiano de cuyo nombre no me quiero acordar, que sostiene que los chinos dominaron el mundo hasta el Siglo XVII y que ahora solo estarían recuperando la primacía del poder que siempre fue de ellos, teoría que humildemente no comparto, porque esa visión omnipresente de la historia en la que los poderosos eran los chinos, a pesar de que Occidente lo ignoraba, se contrapone con la de este Maharajá del Sexo, en este caso Sultán de la Sociología Carnal, quien afirma que los hechos ocultos no son parte de la historia, aun ocurriendo o habiendo ocurrido. Si una dama le pone los cuernos a su maridito durante 20 años, ese hecho no forma parte de la linda y tierna historia familiar. Solo cuando se conozca la vil traición la historia cambiará.
-Me place nuevamente llevarle el amén, Conductor Básico.
-Noto que te aburres cada vez más con las introducciones de estos diálogos, Chalapán. Aunque te hagas el interesado, se te nota la desgana en la mirada.
-Permítame entonces llevarle la contra, Gran Califa... ¿mirada de qué?
-A pesar de tu faja, sospecho que lo que te trae a este salón es la búsqueda de sexo y risas, en ese orden, así que iré al grano. Admito que ya no soy lo que era antes, Malacacha. Encuentro que antes mis divagaciones eran simples y efectivas; el hecho de querer botar el lastre, aunque mejora la mente, daña el estilo.
-A propósito, ¿qué es de la señora Sofía, Maestro?
-Sigue de vacaciones. Me mandó un telegrama.
-¿Qué dice?
-Que volverá el día de San Blando. Así que me vi obligado a encargar una chica robot.
-¡Una chica robot! ¡Amo Cibernético!
-Acaba de llegar a esta residencia, pero me temo que las cosas no han resultado como creía.
-¿Qué pasó, Amo Replicante? Cuénteme. ¿Puedo verla?
-No te adelantes, Chalapán. Fue un encargo que hice a través de Amazon hace un par de semanas. Está fabricada en China, no en Japón. Antes todas las cosas tecno venían de Japón, ahora están llegando de China y son más baratas y dicen que salen bien buenas. Otra prueba de que el gigante despertó. En Chile nos creemos jaguares con los 33 mineros, el cobre, el vino tinto, las empanadas y los salmones, sin dejar de lado las humitas, la cazuela y el charquicán, pero no somos capaces de fabricar un auto.
-Los Vargas hacen bicicletas, Constructor Magistral.
-No bien me llegó leí el folleto de mi chica robot y leí sobre los placeres que promete. Ya estoy en condiciones de hacer un breve resumen de las maravillas que se le atribuyen. Decía el papel que siempre estará a mi servicio, el papel lo aguanta todo, que nunca me aburriré con ella y que colmará aun las fantasías más extrañas que se desaten en mi mente. "Nunca volverá necesitar otro mujer", rezaba la traducción. Pero al primer día ya observé ligeros defectos. Por ejemplo, el complemento de ropa interior con la que venía incluida es del gusto oriental, no chileno o al menos no del gusto de este Ilustrísimo y Serenísimo Gran Maestre del Cinismo Erótico. Las tangas resultaron ser de colores chillones y demasiado pequeñas, y a mí siempre me han gustado las que ocultan la mitad de los cachetes del poto, sin dejarlos por completo al aire libre. Sin ir más lejos, las medias le llegan hasta la juntura de la zorra con la cadera, demasiado arriba, de modo que el portaligas no luce en todo su esplendor. Sin embargo, descontando estos detalles, que son superables, pues bastó que me pegara un pique a una lencería baratieri y reemplazara las prendas íntimas por aquellas de mi entero gusto, descubrí que mi chica robot rozaba la perfección, si es que por momentos no la superaba. De modo que ¡honor y gloria a la China milenaria! ¡Que se pudra Mao Tse Tung y la Pandilla de los Cuatro! ¡Loor al visionario Chou en Lai!
-¿Me la muestra, por favor, Mandarín Maravilloso? Pídale que nos sirva un traguito.
-Te la mostraré, pero en la cámara escondida que le grabé ayer. Mira.
(Corre el video).
-¿Quiere un café con leche mi negro?
-¿Cómo que mi negro?
-Disculpe, amo, castígueme para que a través de mis quejidos logre el ansiado éxtasis.
-Déjate de hablar güevás robot culiado y échate en la alfombra con el poto apuntando al techo.
-¿Así?
-¡No, más alto!
-¿Así, mi amo?
-¡Así!
-¿Qué fue a buscar a la cocina mi amo?
-La escoba.
-¿Qué intenta hacer con la escoba, amo?
-¡Te la voy a meter en la raja por andar hablando güevás!
-¡No, amo, por favor, no lo haga, que no fui hecha para esas cosas!
-¡Toma, robotina, siente lo que es ser pisada a la chilean way!
-¡No, amo, que voy a botar el aceite!
-¡Bota el aceite!
-¡Ya se me está saliendo, ahhh...!
(Fin de la cinta).
-Y al ver cómo sufría cuando le chorreaba el aceite me fui cortado. Entonces la vil maraca china fue a buscar un trapero y se puso a limpiar el piso cantando "La cárcel de Sin Sin", mi bolero favorito. Su dolor y sus problemas de pérdida de aceite eran una gran mentira. Leyendo la letra chica del folleto descubrí que los chinos habían previsto ese tipo de relación, que encasillaban en el número 713.
-¡Vive al fin, merecidamente, los refinados placeres orientales, Catedrático del Vicio!
-Mi chica robot sabe hasta tocar el piano, Chalapán. Anoche interpretó los 21 nocturnos de Chopin solo para mí. Yo me calenté con el número 3 y me metí debajo del piano para lamerle el sapo. Se puso nerviosa y se desafinó y eso hizo que me fuera cortado y echara el moquillo al parquet antes de tiempo. Después cuando nos hacíamos cariño en la cama puse el disco de los nocturnos y me fijé que EL NÚMERO 3 ES DESAFINADO. ¡Una vez más la maraca china me había engañado! Así que la di vuelta y le pegué diez nalgadas hasta que la carne sintética se le puso roja. Le abrí el poto y se lo enchufé por detroit y nuevamente llegó al orgasmo, estas maracas chinas con como tontas pal pico. Pero, ¿será verdad o me estará traicionando otra vez? Para saberlo de una vez por todas invité al Cuchuflí Espinoza a la casa y cuando tocó el timbre me escondí detrás de las cortinas. Le abrió mi chica robot y el maricón del Cuchuflí Espinoza se le tiró al dulce altiro, sabía que iba a pasar, los amigos son las personas en las que uno menos debe confiar; por eso lo invité, para probar a mi chica. Apenas mi amigo le agarró el poto, la huevona, que se había disfrazado de empleada, le retiró la mano, con esa humildad que caracteriza a las chinas, y le dijo que su cuerpo le pertenecía a otro.
-¿No quiso invitarme a mí, Maestro?
-Honor, templanza y dignidad, Chalapán. Recuérdalo.
-Gracias por preocuparse demasiado de mí, Amo Protector. Prosiga, se lo ruego.
-Mi chica robot le aclaró el Cuchuflí Espinoza que su cuerpo le pertenecía a otro. A quién, le preguntó el huevón maricón. A mi amo, le soy fiel hasta la muerte. Sale, si vos soi de mentira -le dijo y se lo mandó a guardar. Mi chica robot emitía gemidos de protesta y trataba de sacarse el manguaco del hoyo, pero no con tanta determinación como yo hubiese esperado. Cuando ella cachó con el ojo de palo que me estaba corriendo la paja detrás de la cortina empezó a botar aceite y me fui cortado. Conclusión: toda la escena la había fabricado para mí; me había sido fiel a su manera. En cuanto al amigo, al otro día lo encontré en la calle. Así le hablé y así me respondió: Hola, Cuchuflí, disculpa que ayer no te haya podido recibir, pero me llamaron de la oficina. No importa, compadre, cuando esté en la oficina yo le puedo ir a cuidar la casa o a regar las plantas. Gracias, Cuchuflí, no te molestes. No es ninguna molestia, compadre. Yo te avisaré si es necesario, Cuchuflí. Bueno compadre. Y así me lo saqué de encima, aunque por las noches lo he visto rondando y tirando piedritas a la ventana donde duerme mi chica robot.
-Oh.
-Te preguntarás con toda justicia, Chalapán, por qué tu Profesor Bruburundu Gurusmundu no duerme junto a su chica robot.
-Me lo iba a preguntar cuando lo supiera, Patriarca del Sexo.
-Ni loco, querido Chalapán. Dormir juntos es para esposos cazados por la costumbre y la culpa. Marido y mujer quisieran dormir separados pero ninguno se atreve a proponerlo primero. ¿Durmamos separados mi vida? ¿Que ya me estái poniendo el gorro de nuevo? ¡Cómo se le ocurre, mi amor! ¿Y entonces a qué viene esta peregrina idea? Es que usted siempre reclama que me tiro peítos. Chí, peítos, te cagái como elefante hediondo infeliz y además ventilái las sábanas. ¿No ve? Por eso le digo. Mejor anda al baño a cagarte y con eso basta.
-La pura verdad, Doctor de la Vulgaridad.
-Si lo propone la mujer es así. ¿Y si durmiéramos separados mi huacho? ¿Que ya no me querí? Te quiero más que el sol. Está nublado. Ji ji ji... Aquí hay gato encerrado, dime la firme. Se va a enojar papi... Ya me despertaste la curiosidad. Mejor sigamos durmiendo juntos no más. ¡No, dime! Es que usted ronca como león de circo. Pónete tapones en los oídos y seguís durmiendo tranquila, vieja. De veras, mi huacho, no se me había ocurrido así lo voy a hacer.
-Ya me estaba desviando. Decía que la zorra de mi chica robot me lee el pensamiento (¿o no lo había dicho?). Ayer amaneció hablando chino mandarín, con lo que me gusta el chino mandarín, y cuando le pregunté qué le pasaba me explicó que se le había quedado pegado un chip y tenía que reformatearla. Le dije que se quedara así "por mientras" y nos echamos a culiar en el sofá, fue una de nuestras grandes cachas, rodamos por la alfombra y de repente chocó la cabeza con la pata del piano y gritó en chino "¡Toi li-ta!" y nos fuimos cortados. Según me tradujo a continuación, toi li-ta significa "estoy lista". Después recordé que varias veces había hablado en español. Se estaba haciendo. Al atardecer releí el folleto y decía que es a prueba de todo, nunca falla, nunca hay que reformatearla.
-Qué viva la chinita, Maestro.
-Soy todo oídos, Maestro.
(Corre la cinta).
-¡Me engañas con mi mejor amigo, maraca traidora vil!
-Jamás, amo.
-Di que me engañas.
-¿Desea que le diga que lo engaño?
-¡No, princesa del vicio!
-Entonces a usted no lo engaño yo.
-¡Mentira! ¡Me engañas, vergüenza de Confucio!
-Se equivoca, mi amo, no lo engaño a usted.
-Di que me engañas.
-¿Se lo digo?
-¡Sí!
-Lo engaño a veces con su amigo Gusufrí cuando en la oficina se encuentra usted.
-¡No! ¡Lo hiciste, ramera barata! ¡Dime la verdad!
-Yo le digo lo que usted quiere oír, Gran Maestro de mi humilde corazón.
-¡Di que me amas!
-Amo a Usted.
-¡Di que me deseas!
-Deseo a Usted con intensidad mayúscula, mi amo.
-¡Di que te calientas solo con sentir mis pasos!
-Me caliento solo con sentir sus pasos, mi amo.
-¡No, así no! ¡Dilo con convicción!
-¡Amo, poséame detrás de las matas!
(Fin de la cinta).
-Oh. ¡Qué mujer, Maestro!
-Busqué unas matas, nos metimos detrás y la poseí, pero fue una cacha amarga, quedé con una sensación desagradable, no hay cómo saber lo que realmente siente mi chica robot, aun cuando todos los signos son tranquilizadores. Pero si estuviera seguro...
-¿Cómo estarlo, Senador del Congreso del Placer?
-Los chinos son los reyes del suplicio chino, Supremo Autor del Libro Rojo.
-¿Puedo echarle una sapeadita, Maestro?
-Esperaré su carta con verdaderas ansias, Maestro.
(Días después, en casa de Chalapán Malacacha).
-Hijo, el cartero te dejó una carta.
-¿Quién me la mandó, mami?
-Ese profesor tuyo.
-¡El Maestro! Gracias, mamacita. La leeré en el living.
-¿Le llevo una agüita de manzanilla, Chalapancito?
-Bueno mamacita.
(Lee).
"Como te iba diciendo, querido Chalapán, en el camino, en vez de conversar se tiró como hacha al pico y yo por agarrarle la nuca con la mano derecha me pasé a la berma y casi me caigo a una acequia, apenas logré controlar el manubrio. Al volver a la pista un camión nos tocó la bocina, el chofer estaba luqueando de arriba con cara de Che Copete y la china por mirarlo se sacó el pico de la boca y el moquillo le saltó a la oreja.
Cuando terminó me puse a llorar y a sonarme los mocos y le ordené que se bajara los calzones y me la pesqué ahí mismo, en un sitio eriazo detrás de una pandereta. Fue una cacha dulce, la abracé y la besé en los labios, le dije que la amaba y ella como si nada, lo único que había hecho era recitar una poesía, pero se daba cuenta de que era mi necesidad del momento, y la cumplió. Un siete la china.
Honor, templanza y dignidad, querido Chalapán".
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