html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml" xml:lang="en" lang="en" dir="ltr"> Diálogos picantes del Profesor Bruburundu Gurusmundu y su ayudante Chalapán Malacacha: Yo y mi chica robot

viernes, 12 de noviembre de 2010

Yo y mi chica robot

-¿Te sabes el chiste de Jesucristo, apóstol Chalapán?
-Sí, Mesías del Humor. Ese cuando se estaba desclavando.
-No tonto, ese es sacrílego.
-Entonces no me lo sé, Gran Jefe.
-Este es de corte infantil. Jesús predica en la plaza y una pila de cabros chicos le interrumpe el discurso a cada rato. A los apóstoles se les acaba la paciencia y se lanzan a corretearlos, pero Jesús detiene a los suyos y les ordena: "Calma, hermanos, dejad que los niños vengan a mí".
-¿Y los apóstoles le obedecen?
-A medias, Chalapán, porque están picados con los cabros chicos. "¡No lo están dejando hablar, Maestro!", le hacen ver. Jesús insiste: "Dejad que los niños vengan a mí". En lo mejor de la parábola los cabros se ponen a gritar como desaforados. Los apóstoles hacen amago de callarlos, pero Jesús los contiene: "Dejad que los niños vengan a mí..." Los apóstoles vuelven a guardar silencio. Entonces Jesús les advierte: "... Y cuando estén bien cerca los vamos a levantar de una chuleta en la raja".
-...
-No te dio risa, Chalapán.
-Mi mamá me puso una faja porque se me quiere salir una hernia, Profesor. Estoy tratando de no reírme... ah... ah...
-Te cuento ese viejo chiste, que tanto me hizo gozar en la adolescencia, a propósito de nada, porque buscando la relación con los chinos y los japoneses no se la encuentro, querido Chalapán, salvo que el chiste se interpretara como que los chinos están dejando que los japoneses se acerquen para reventarlos a bombas atómicas en venganza por lo que pasó en Nanjing. Lo que quiero decir es que el gigante chino despertó hace rato, como profetizó Napoleón, y el mundo se va a poner a temblar. Y los primeros que van a cagar van a ser los japoneses.
-Así es, Gurú Táctico Planetario.
-Existe una teoría de un historiador californiano de cuyo nombre no me quiero acordar, que sostiene que los chinos dominaron el mundo hasta el Siglo XVII y que ahora solo estarían recuperando la primacía del poder que siempre fue de ellos, teoría que humildemente no comparto, porque esa visión omnipresente de la historia en la que los poderosos eran los chinos, a pesar de que Occidente lo ignoraba, se contrapone con la de este Maharajá del Sexo, en este caso Sultán de la Sociología Carnal, quien afirma que los hechos ocultos no son parte de la historia, aun ocurriendo o habiendo ocurrido. Si una dama le pone los cuernos a su maridito durante 20 años, ese hecho no forma parte de la linda y tierna historia familiar. Solo cuando se conozca la vil traición la historia cambiará.
-Me place nuevamente llevarle el amén, Conductor Básico.
-Noto que te aburres cada vez más con las introducciones de estos diálogos, Chalapán. Aunque te hagas el interesado, se te nota la desgana en la mirada.
-Permítame entonces llevarle la contra, Gran Califa... ¿mirada de qué?
-A pesar de tu faja, sospecho que lo que te trae a este salón es la búsqueda de sexo y risas, en ese orden, así que iré al grano. Admito que ya no soy lo que era antes, Malacacha. Encuentro que antes mis divagaciones eran simples y efectivas; el hecho de querer botar el lastre, aunque mejora la mente, daña el estilo.
-A propósito, ¿qué es de la señora Sofía, Maestro?
-Sigue de vacaciones. Me mandó un telegrama.
-¿Qué dice?
-Que volverá el día de San Blando. Así que me vi obligado a encargar una chica robot.
-¡Una chica robot! ¡Amo Cibernético!
-Acaba de llegar a esta residencia, pero me temo que las cosas no han resultado como creía.
-¿Qué pasó, Amo Replicante? Cuénteme. ¿Puedo verla?
-No te adelantes, Chalapán. Fue un encargo que hice a través de Amazon hace un par de semanas. Está fabricada en China, no en Japón. Antes todas las cosas tecno venían de Japón, ahora están llegando de China y son más baratas y dicen que salen bien buenas. Otra prueba de que el gigante despertó. En Chile nos creemos jaguares con los 33 mineros, el cobre, el vino tinto, las empanadas y los salmones, sin dejar de lado las humitas, la cazuela y el charquicán, pero no somos capaces de fabricar un auto.
-Los Vargas hacen bicicletas, Constructor Magistral.
-No bien me llegó leí el folleto de mi chica robot y leí sobre los placeres que promete. Ya estoy en condiciones de hacer un breve resumen de las maravillas que se le atribuyen. Decía el papel que siempre estará a mi servicio, el papel lo aguanta todo, que nunca me aburriré con ella y que colmará aun las fantasías más extrañas que se desaten en mi mente. "Nunca volverá necesitar otro mujer", rezaba la traducción. Pero al primer día ya observé ligeros defectos. Por ejemplo, el complemento de ropa interior con la que venía incluida es del gusto oriental, no chileno o al menos no del gusto de este Ilustrísimo y Serenísimo Gran Maestre del Cinismo Erótico. Las tangas resultaron ser de colores chillones y demasiado pequeñas, y a mí siempre me han gustado las que ocultan la mitad de los cachetes del poto, sin dejarlos por completo al aire libre. Sin ir más lejos, las medias le llegan hasta la juntura de la zorra con la cadera, demasiado arriba, de modo que el portaligas no luce en todo su esplendor. Sin embargo, descontando estos detalles, que son superables, pues bastó que me pegara un pique a una lencería baratieri y reemplazara las prendas íntimas por aquellas de mi entero gusto, descubrí que mi chica robot rozaba la perfección, si es que por momentos no la superaba. De modo que ¡honor y gloria a la China milenaria! ¡Que se pudra Mao Tse Tung y la Pandilla de los Cuatro! ¡Loor al visionario Chou en Lai!
-¿Me la muestra, por favor, Mandarín Maravilloso? Pídale que nos sirva un traguito.
-Te la mostraré, pero en la cámara escondida que le grabé ayer. Mira.
(Corre el video).
-¿Quiere un café con leche mi negro?
-¿Cómo que mi negro?
-Disculpe, amo, castígueme para que a través de mis quejidos logre el ansiado éxtasis.
-Déjate de hablar güevás robot culiado y échate en la alfombra con el poto apuntando al techo.
-¿Así?
-¡No, más alto!
-¿Así, mi amo?
-¡Así!
-¿Qué fue a buscar a la cocina mi amo?
-La escoba.
-¿Qué intenta hacer con la escoba, amo?
-¡Te la voy a meter en la raja por andar hablando güevás!
-¡No, amo, por favor, no lo haga, que no fui hecha para esas cosas!
-¡Toma, robotina, siente lo que es ser pisada a la chilean way!
-¡No, amo, que voy a botar el aceite!
-¡Bota el aceite!
-¡Ya se me está saliendo, ahhh...!
(Fin de la cinta).
-Y al ver cómo sufría cuando le chorreaba el aceite me fui cortado. Entonces la vil maraca china fue a buscar un trapero y se puso a limpiar el piso cantando "La cárcel de Sin Sin", mi bolero favorito. Su dolor y sus problemas de pérdida de aceite eran una gran mentira. Leyendo la letra chica del folleto descubrí que los chinos habían previsto ese tipo de relación, que encasillaban en el número 713.
-¡Vive al fin, merecidamente, los refinados placeres orientales, Catedrático del Vicio!
-Mi chica robot sabe hasta tocar el piano, Chalapán. Anoche interpretó los 21 nocturnos de Chopin solo para mí. Yo me calenté con el número 3 y me metí debajo del piano para lamerle el sapo. Se puso nerviosa y se desafinó y eso hizo que me fuera cortado y echara el moquillo al parquet antes de tiempo. Después cuando nos hacíamos cariño en la cama puse el disco de los nocturnos y me fijé que EL NÚMERO 3 ES DESAFINADO. ¡Una vez más la maraca china me había engañado! Así que la di vuelta y le pegué diez nalgadas hasta que la carne sintética se le puso roja. Le abrí el poto y se lo enchufé por detroit y nuevamente llegó al orgasmo, estas maracas chinas con como tontas pal pico. Pero, ¿será verdad o me estará traicionando otra vez? Para saberlo de una vez por todas invité al Cuchuflí Espinoza a la casa y cuando tocó el timbre me escondí detrás de las cortinas. Le abrió mi chica robot y el maricón del Cuchuflí Espinoza se le tiró al dulce altiro, sabía que iba a pasar, los amigos son las personas en las que uno menos debe confiar; por eso lo invité, para probar a mi chica. Apenas mi amigo le agarró el poto, la huevona, que se había disfrazado de empleada, le retiró la mano, con esa humildad que caracteriza a las chinas, y le dijo que su cuerpo le pertenecía a otro.
-¿No quiso invitarme a mí, Maestro?
-Honor, templanza y dignidad, Chalapán. Recuérdalo.
-Gracias por preocuparse demasiado de mí, Amo Protector. Prosiga, se lo ruego.
-Mi chica robot le aclaró el Cuchuflí Espinoza que su cuerpo le pertenecía a otro. A quién, le preguntó el huevón maricón. A mi amo, le soy fiel hasta la muerte. Sale, si vos soi de mentira -le dijo y se lo mandó a guardar. Mi chica robot emitía gemidos de protesta y trataba de sacarse el manguaco del hoyo, pero no con tanta determinación como yo hubiese esperado. Cuando ella cachó con el ojo de palo que me estaba corriendo la paja detrás de la cortina empezó a botar aceite y me fui cortado. Conclusión: toda la escena la había fabricado para mí; me había sido fiel a su manera. En cuanto al amigo, al otro día lo encontré en la calle. Así le hablé y así me respondió: Hola, Cuchuflí, disculpa que ayer no te haya podido recibir, pero me llamaron de la oficina. No importa, compadre, cuando esté en la oficina yo le puedo ir a cuidar la casa o a regar las plantas. Gracias, Cuchuflí, no te molestes. No es ninguna molestia, compadre. Yo te avisaré si es necesario, Cuchuflí. Bueno compadre. Y así me lo saqué de encima, aunque por las noches lo he visto rondando y tirando piedritas a la ventana donde duerme mi chica robot.
-Oh.
-Te preguntarás con toda justicia, Chalapán, por qué tu Profesor Bruburundu Gurusmundu no duerme junto a su chica robot.
-Me lo iba a preguntar cuando lo supiera, Patriarca del Sexo.
-Ni loco, querido Chalapán. Dormir juntos es para esposos cazados por la costumbre y la culpa. Marido y mujer quisieran dormir separados pero ninguno se atreve a proponerlo primero. ¿Durmamos separados mi vida? ¿Que ya me estái poniendo el gorro de nuevo? ¡Cómo se le ocurre, mi amor! ¿Y entonces a qué viene esta peregrina idea? Es que usted siempre reclama que me tiro peítos. Chí, peítos, te cagái como elefante hediondo infeliz y además ventilái las sábanas. ¿No ve? Por eso le digo. Mejor anda al baño a cagarte y con eso basta.
-La pura verdad, Doctor de la Vulgaridad.
-Si lo propone la mujer es así. ¿Y si durmiéramos separados mi huacho? ¿Que ya no me querí? Te quiero más que el sol. Está nublado. Ji ji ji... Aquí hay gato encerrado, dime la firme. Se va a enojar papi... Ya me despertaste la curiosidad. Mejor sigamos durmiendo juntos no más. ¡No, dime! Es que usted ronca como león de circo. Pónete tapones en los oídos y seguís durmiendo tranquila, vieja. De veras, mi huacho, no se me había ocurrido así lo voy a hacer.
-La pura verdad, Magister de la Ternura.
-Ya me estaba desviando. Decía que la zorra de mi chica robot me lee el pensamiento (¿o no lo había dicho?). Ayer amaneció hablando chino mandarín, con lo que me gusta el chino mandarín, y cuando le pregunté qué le pasaba me explicó que se le había quedado pegado un chip y tenía que reformatearla. Le dije que se quedara así "por mientras" y nos echamos a culiar en el sofá, fue una de nuestras grandes cachas, rodamos por la alfombra y de repente chocó la cabeza con la pata del piano y gritó en chino "¡Toi li-ta!" y nos fuimos cortados. Según me tradujo a continuación, toi li-ta significa "estoy lista". Después recordé que varias veces había hablado en español. Se estaba haciendo. Al atardecer releí el folleto y decía que es a prueba de todo, nunca falla, nunca hay que reformatearla.
-Qué viva la chinita, Maestro.
-Anoche fuimos a una fiesta y nos lucimos bailando chic-to-chic. En la barra del bar los amigos me decían de dónde sacaste a la china, puta la china rica, cuánto te costó la china, préstame la china, todos me decían cosas menos mi compadre Espinoza, que la miraba con ojos como de sueño hasta que no aguantó más y la sacó a bailar, pero justo vino un rocanroll y tuvo que excusarse porque el huevón del Cuchuflí nunca aprendió a bailar rocanroll, cagó por maricón. Después cuando íbamos caminando por la calle hacia nuestro nido de amor le pregunté bajo los aromos en flor, de lo que se desprende que estamos hablando de un paisaje de principios de agosto, qué lindo cuadro, le pregunté si le gustaba mi amigo y me dijo no mi Sultán del Sexo, yo solo amo a usted, pero después miré hacia atrás y en el suelo vi unas gotas de aceite. La hice parar, conté los pasos que había entre nosotros y las gotas y me puse a calcular en qué momento de la conversación había expulsado las gotas y llegué a la conclusión científica que las había derramado justo cuando yo había dicho la palabra "amigo". De modo que la increpé a viva voz en la calle, le hice una escena como se dice. Escucha, está todo registrado en la grabadora con forma de flor que llevaba en el ojal.
-Soy todo oídos, Maestro.
(Corre la cinta).
-¡Me engañas con mi mejor amigo, maraca traidora vil!
-Jamás, amo.
-Di que me engañas.
-¿Desea que le diga que lo engaño?
-¡No, princesa del vicio!
-Entonces a usted no lo engaño yo.
-¡Mentira! ¡Me engañas, vergüenza de Confucio!
-Se equivoca, mi amo, no lo engaño a usted.
-Di que me engañas.
-¿Se lo digo?
-¡Sí!
-Lo engaño a veces con su amigo Gusufrí cuando en la oficina se encuentra usted.
-¡No! ¡Lo hiciste, ramera barata! ¡Dime la verdad!
-Yo le digo lo que usted quiere oír, Gran Maestro de mi humilde corazón.
-¡Di que me amas!
-Amo a Usted.
-¡Di que me deseas!
-Deseo a Usted con intensidad mayúscula, mi amo.
-¡Di que te calientas solo con sentir mis pasos!
-Me caliento solo con sentir sus pasos, mi amo.
-¡No, así no! ¡Dilo con convicción!
-¡Amo, poséame detrás de las matas!
(Fin de la cinta).
-Oh. ¡Qué mujer, Maestro!
-Busqué unas matas, nos metimos detrás y la poseí, pero fue una cacha amarga, quedé con una sensación desagradable, no hay cómo saber lo que realmente siente mi chica robot, aun cuando todos los signos son tranquilizadores. Pero si estuviera seguro...
-¿Cómo estarlo, Senador del Congreso del Placer?
-Creo que está todo calculado, Chalapán. A estos chinos no se les va una. Si yo fuera de otra manera mi chica robot se comportaría de otra forma, así de simple. Ayer quise probar una variante, la del cambio de personalidad; o sea, ver la vida de otra forma. Me levanté temprano y la desperté con la bandeja del desayuno y una florcita incluida en el velador, no la reté porque echó mermelada en las sábanas y hasta limpié las migas e hice la cama, con lo que odio hacer la cama, es lo que menos me gusta de todo, prefiero limpiar el water, no sé de dónde me vendrá ese trauma. Después la invité a andar en bicicleta y llegamos a un cerro, donde hicimos un picnic. Noté que ella estaba más feliz que nunca. No se cansaba de repetir que en China no hay paisajes así, que en China no hay hombres así, que los chinos son fríos, que los chinos no son cariñosos, que los chinos no tienen lado femenino, poco faltó para que me dijera colepato, y que por todo eso yo la derretía y su amor por mí aumentaba aún más de lo que de por sí me amaba, que según ella ya era demasiado. Como estábamos relativamente solos se tendió en el chal y con el viento se le subió la falda y se le vieron los calzones, pero no le importó y en vez de taparse me empezó a chupar el pico, pero en eso me vino una angustia, la famosa angustia del hombre en contacto con la naturaleza, y me pregunté qué mierda estaba haciendo arriba de un cerro y me fui cortado con angustia, es lo peor que puede pasar, el sexo se asocia con la crisis de pánico y uno puede andar fácilmente cacho de paraguas unas dos semanas; en mi caso tuve que leer dos manuales de autoayuda, hasta que se me pasó. Nunca más la llevo al cerro. Pero lo que quiero decir es que cuando fui de otra manera la trabajadora sexual cambió sus hábitos y llegó al éxtasis con leves caricias mías y hasta con los besitos en la mejilla que le di de entrada, será cuentista. Nadie me saca de la cabeza que los chinos lo tienen todo estudiado al milímetro.
-Los chinos son los reyes del suplicio chino, Supremo Autor del Libro Rojo.
-Cómo saber si me quiere de verdad, Chalapán, si me desea, esto se está tornando insufrible. Al menos si se portara extraña, si inventara salidas, si le doliera algún día la cabeza. No, señor. Siempre lista para mí, siempre esperando la manifestación de mis más insignificantes sugerencias para abrirse los labios de la zorra. Así debe ser con todos, seguro. Si no la compro yo la habría comprado otro u otra y estaría haciendo las mismas acrobacias, saltando del ropero amarrada a un elástico para caer blandita encima de la penca, postura 213, todo estudiado, nada que salga realmente de su siquis, qué va a tener siquis la china culiá, la tecnología china no ha llegado a tanto.
-¿Puedo echarle una sapeadita, Maestro?
-Mañana nos vamos de vacaciones, Chalapán, así que la tengo haciendo las maletas. Me preguntó si quería que la llevara inflada o desinflada y entonces me bajó un rapto de ternura y le dije que la prefería inflada, porque así me iba conversando en el camino, así que ahora la voy a tener que soportar como dos días guatona, porque entendió mal la idea y se infló mucho, yo creo que está todo calculado, porque hace como un año que no me pescaba a una guatona y ya me estaban dando ganas. Cuando le vi el manso poto parado mientras hacía la maleta en la cama se lo mandé a guardar y echó un gritito de placer, ¡amo no se cansa nunca usted!, exclamó con esa voz oriental que me excita y empezó a mover el poto parriba y pabajo con un ritmo que tuve que suspender la cacha para preguntarle dónde había aprendido a moverse así, y me dijo es que me hicieron algunas piezas en Cuba, mi amo. Cántate Siboney. "Siboneeeeey, yo te quiero..." y nos fuimos cortados, fue excelente. Y ahora te dejo porque tengo que prepararme para el viaje. Nos vamos temprano porque a la china le gusta ver salir el sol, dice le recuerda a su gran nación. Adiós, Chalapán, te escribiré para contarte en qué terminó mi aventura.
-Esperaré su carta con verdaderas ansias, Maestro.
(Días después, en casa de Chalapán Malacacha).
-Hijo, el cartero te dejó una carta.
-¿Quién me la mandó, mami?
-Ese profesor tuyo.
-¡El Maestro! Gracias, mamacita. La leeré en el living.
-¿Le llevo una agüita de manzanilla, Chalapancito?
-Bueno mamacita.
(Lee).
"Como te iba diciendo, querido Chalapán, en el camino, en vez de conversar se tiró como hacha al pico y yo por agarrarle la nuca con la mano derecha me pasé a la berma y casi me caigo a una acequia, apenas logré controlar el manubrio. Al volver a la pista un camión nos tocó la bocina, el chofer estaba luqueando de arriba con cara de Che Copete y la china por mirarlo se sacó el pico de la boca y el moquillo le saltó a la oreja.
Cuando llegamos al hotel me eché en la cama a descansar mientras ella deshacía las maletas, y como yo había pasado muchas horas manejando le dije que llamara a la mucama y se le tirara al dulce, no hay lógica entre una cosa y otra pero así es el deseo. Me escondí en el closet para hacer de voyerista y cuando entró la mucama, una mapuchita del sur, mi chica robot estaba en pelota y le pidió que le echara aceite de coco en el poto. La india, sumisa, le echó. Después mi chica se dio vuelta y le pidió que le echara aceite en las tetas. A todo esto la china tiene las medias tetas. La india, callada, le echaba aceite, pero se demoraba más, como que le sobaba las tetas. Después le pidió que le pasara el dedito con aceite encima de la zorra. La india, callada, le pasaba el dedo, medio negro el dedo, pero se demoraba más de lo común hasta que de repente la india se lanzó a chuparle el sapo a la china y las dos gritando como si hubieran visto a la cabra chica del exorcista dando vuelta la cabeza. La india se sacó el delantal y le puso el sapo en la boca a la china, tenía la zorra lampiña natural porque dicen que los indios tienen poco pelo, mientras tanto se iban cortadas a cada rato y a mí ya no me quedaba moquillo, así que me aburrí y con un leve toquecito di la función por terminada. Mi chica robot se levantó y le enseñó el bidé a la india, pero la india puso una pata arriba del lavamanos, se echó jabón en la champa y se la lavó a mano abierta, dijo que así se acostumbra en el campo.
Por la noche salimos del brazo a pasear para conocer la ciudad, y como tenía el filorte rojo de tanta paja que me había hecho en el closet le pregunté si se sabía algún poema para que me fuera recitando. Me preguntó si quería escuchar El cuervo en inglés, le dije que prefería El tigre o en su defecto, la Oda al otoño. Lo dije por decir, pero me fijé que se los sabía todos. Esto recitó:


¿Quién no te ha visto en medio de tus bienes?
El que salga a buscar te encontrará
Sentado con descuido en un granero
Como un niño rendido
El pelo suavemente alzado por la brisa
O en surco no segado sumido en hondo sueño
Aspirando amapolas, mientras tu hoz respeta
La próxima gavilla de entrelazadas flores
O te mantienes firme como una espigadora
Cargada la cabeza cruzando el riachuelo
O al lado de un lagar con paciente mirada
Ves rezumar la última sidra hora tras hora
¿Dónde con tu canto está la primavera?

Cuando terminó me puse a llorar y a sonarme los mocos y le ordené que se bajara los calzones y me la pesqué ahí mismo, en un sitio eriazo detrás de una pandereta. Fue una cacha dulce, la abracé y la besé en los labios, le dije que la amaba y ella como si nada, lo único que había hecho era recitar una poesía, pero se daba cuenta de que era mi necesidad del momento, y la cumplió. Un siete la china.
En conclusión, querido Chalapán, esta endiablada chica robot llena todas mis necesidades, incluso aquellas. ¿No te gustaría trabajar?, le pregunté al volver a casa. No, mi amo, para qué, si todo usted me lo da. Para despejarte, para conocer mundo, para ir al happy hour a pelar a las compañeras de la oficina. No entiendo lo que me dice usted, si me pudiera explicar procedería según deseo de usted. Trabajar, le dije, subirse al Transantiago, llegar a la oficina a tomar café, recibir invitaciones lascivas de los califas de turno, etcétera le dije. No mi amo, todo eso con usted lo tengo menos subirme al Transantiago, eso me gustaría, no conozco yo. Pero ganarías un sueldo y podrías gastarlo a tu entera libertad. No necesito dinero mi amo, solo necesito a usted y me hace feliz usted, soy con usted muy feliz. ¡Ándate a la chucha china culiá, si querís no más! Y la china me obedeció y empezó a correrse la paja. ¡No! ¡Para! ¡Ya me tenís harto! Y la china se fue a lavar las manos pero al regresar noté que se le salían unas lágrimas. Qué pasa, ¿dije algo que te molestó? No soy de fierro, tengo mis sentimientos amo mío, me dijo y la recibí con los brazos abiertos y le dije palabras tiernas, le dije ya, ya, no pasa nada. Por la tarde descubrí que esa táctica figuraba en el número 889 del folleto. Mientras leía el folleto mi chica robot me hacía un kuchen de frutillas.
Al día siguiente, de premio la subí al Transantiago y al Metro. Esto me gusta, mi amo, se siente humano calor. De repente un huevón le agarró el poto y la china se desinfló, tuve que llevarla a una gasolinera pero estaba malo el aire, así que un culiado de la bicicletería me la infló con un bombín de pie. ¿Te sientes bien? Sí, mi amo.
Sin embargo, lo que no estaba en mis cálculos sucedió, Chalapán.
La notaba extraña, algo me estaba ocultando y mi mente se pasaba los peores rollos y sufría. Sufría porque no me atrevía a preguntarle lo que temía hace rato. Pero anoche llegué con unos tragos y abrí la puerta con sigilo, entré en puntillas y antes de prender la luz grité: ¡Me engañas, mujer! La china se sacó las legañas y me miró con cara de gato recién nacido y confesó: sí amo, no me atrevía a decirle a usted. ¡Quién es!, grité enloquecido, ¿mi compadre el Cuchuflí Espinoza? La chica robot se puso la bata y me vino a pedir perdón. ¡Confiesa, maraca del oriente milenario! Estoy encinta mi amo, me dijo y quedé pillo. Así que al día siguiente fuimos al médico y cuando el doctor le pasó la máquina por la guatita se vio una cosa rara, como un pirigüín parecido a He-Man. El galeno ofreció hacerle un raspaje y donar el feto a la ciencia. Ella bajó la cabeza y yo salté, enfurecido: No, doctor, es nuestro hijo y lo amaremos como sea.
Salí orgulloso de la consulta y cuando me di vuelta para mirar a la china que iba detrás mío, a cuatro pasos, la noté más feliz que de costumbre. Me solicitó como gran favor si podíamos pasar a la Casa del Bebé a comprar un cascabel y un pato de goma. En la noche la noté que culiaba como sin ganas.
Para qué sigo, Chalapán, si el cuento se lo saben todos. Mi chica robot ahora tiene la guata del porte de la guata de Patricia Maldonado y en la plaza, cualquier vieja se siente con derecho a tocársela. Va a ser mujercita, acuérdese de mí, va a ser hombrecito porque tiene la guatita puntuda; qué se tienen que andar metiendo en nuestra vida.
Para colmo le han dado antojos y le cambió hasta el carácter. El otro día me mandó al Emporio La Rosa a comprar un helado con sabor a miel de ulmo, con lo salteadores que son los del Emporio La Rosa, y el huevón tonto tuvo que levantarse a las cuatro de la mañana y hacer una fila como de una cuadra hasta que salió el número. El folleto no hablaba de eso, tiene que haberse extraviado una página. Ayer, al darle las buenas noches, le dejé una taza de agua de tilo en el velador y le dije buenas noches mi geisha. Ella se largó a llorar. ¡No soy geisha, no soy geisha!, me decía, ¡Sabe amo usted que odio a okitos lakaos, no soy geisha! Está bien, robotina, fue solo una manera de decir. ¿No me dirá más geisha amo mío, no me dirá? No, no, cálmate china de mierda, nada cambiará entre nosotros. Gracias amo, por eso quiero a usted.
No tiene idea de que ya mandé un mail a la fábrica y quedaron de venirla a retirar en estos días.
Honor, templanza y dignidad, querido Chalapán".

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