html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml" xml:lang="en" lang="en" dir="ltr"> Diálogos picantes del Profesor Bruburundu Gurusmundu y su ayudante Chalapán Malacacha: Incompatibilidad del gran amor con la postura pollito pastando

martes, 8 de marzo de 2011

Incompatibilidad del gran amor con la postura pollito pastando

-De partida, Chalapán, la postura no debería llamarse pollito pastando, porque los pollitos comen gusanos y semillas, más que pasto, el que también ingieren, aunque en módicas cantidades, de modo que la postura debería llamarse pollito picando granos de maíz, pero aquí una vez más nos encontramos con el viejo problema de que la forma determina el fondo. Dicho esto, vamos a lo que vinimos.
-Pero antes sírvase un quequito que le mandó mi mamá, Plenipotenciario de la Ley.
-¿Me querrá engordar la señora Josefina?
-Me dijo que le dijera que estaba sanito. Lo hizo recién.
-Viene calentito, humeante. Me dan ganas de probar un pedazo al tiro, pero lo dejaremos para el momento del descanso, si no tienes objeción. Ahora nos espera un arduo trabajo intelectual, querido Chalapán.
-No objeto. Beberé con gusto del manantial que brota de sus palabras, Maestro.
-No te subas por el chorro, Chalapán. Si hemos comenzado por hablar del alimento de los pollos sugiero que hagas el aporte a este diálogo.
-Le agradezco humildemente la oportunidad que me da para lucirme, Ornitólogo Mayor, y en retribución a su inmerecida oferta diré algo que jamás le había contado a nadie. Una vez cuando era cabro chico habíamos comido cazuela de gallina y después de almuerzo fui para callado al gallinero de mi abuelita y tiré unas sobras de tuto y los pollos se lanzaron como hacha a comerse las sobras, se llegaban a pasar la lengua por el pico los caníbales.
-Eso quiere decir que los pollos son animales hechos y derechos y como tales no razonan, sino que se dejan llevar por las ganas, querido Chalapán, de lo que se desprende que si el pollo se pone a picar maíz en postura pollito pastando viene el gallo y se lo puede pisar, aunque sea su propio hijo, se han visto casos de pollos que salen estrilando con el poto cocido.
-También puede suceder que los pollos estén hartos de comer maíz, Arzobispo del Saber, pero como ven que todavía quedan granos en el suelo siguen picando, pues, si se observa con meticulosidad, un pollo de gallinero tiene escasas alternativas de vida o, en palabras humanas, mínimos panoramas para el día.
-Que serían, si me permites completar tu brillante intervención, picar, caminar en dos patas, subirse al palo de la escalera y soltar la plasta.
-Ha definido la vida del pollo en dos líneas, Maestro.
-Si de vez en cuando les diera por mirar la luna no se les llamaría cabezas de pollo; pero como no lo hacen es de consideración general que se han ganado aquella denominación con justicia. Y qué decir del sufrido pollo de criadero, que vive nada más que para satisfacer un capricho humano de día sábado, que es día libre pero justo toca que hay que hacer una pila de cosas en la mañana, no queda tiempo para cocinar y ahora que las mujeres prefieren ir a Almacenes Paris antes que quedarse haciendo el almuerzo, fijo que de vuelta a la casa hay que detener el auto, estacionarlo encima de la vereda, arriesgarse al medio ni que parte y comprar a la rápida un pollo asado "grandecito" con dos porciones de papas fritas.
-¿Habrá pensado aquel dichoso matrimonio, mientras le sacaba una alita al pollo antes de echárselo entero al buche, habrá pensado en la miserable existencia que hubo de vivir el desgraciado plumífero antes de dar su vida por la humanidad, Sultán del Conocimiento?
-Es más, Chalapán, ¿se dará cuenta el pollo de la crueldad que encierra tu irónica observación?
-No ha sido mi intención, Maestro. Mis palabras solamente tenían por destino agregar luz a su razonamiento.
-Pero no te alarmes, distinguido asistente, porque esa maléfica burla acerca del sacrificio involuntario del ave de criadero, qué digo, de miles, de cientos de miles de aves de corral, no llegará jamás a su cerebro inocente, pues si el pollo estuviese en condiciones de descifrar su futuro la pareja de marras comería con menos ganas el almuerzo del sábado, aunque comería igual, ya que con hambre no se razona bien, mejor dicho no se razona, de ahí que, en el fondo, del pollo al hombre haya poca distancia.
-Clap clap clap. Me pongo de pie, Ilustrísimo Emperador.
-A esta altura ya queda claro que el gallo no posee la más mínima noción de sicología femenina. Se pisa a la primera gallina que se le cruza, le pica el cogote, se lo enchufa, siente el gustito y se baja.
-¿Dará tiempo esta veloz performance para que la gallina experimente el ansiado orgasmo, Profesor del Vicio?
-Todo indica que no, querido Chalapán, si nos remitimos al estudio definitivo que realizó al respecto la Sociedad Gallinológica de la Universidad de Sacramento. Los investigadores comprobaron que la zorra de la gallina no se humedece durante el acto sexual. Tuvieron en cuenta que la lubricación es el aspecto previo al orgasmo en cualquier animal, incluido el oso panda. Pero, y he allí el aporte a la ciencia de esta Sociedad, la zorra de la gallina sí se humedece dramáticamente al poner un huevo, lo que indujo a pensar a los científicos que la gallina actúa con su qué: sacrifica su vagina para experimentar multiorgasmos semanales a razón de uno al día. En otras palabras, se va cortada después del gallo. No podía ser de otro modo, ya que la penca flaca del gallo no tiene comparación ni con el diámetro ni con la temperatura del huevo. Por lo demás, es sabido que las gallinas necesitan darle una trascendencia al acto sexual, de allí que si lo asocian íntimamente con la posibilidad de entregar hijos al mundo, el placer sobrevendrá naturalmente y sin el menor complejo de culpa. De lo que se desprende que las gallinas le están dando un notable ejemplo al orbe: no se dejan llevar por los apetitos de la carne y solo consiguen cruzar el umbral de la felicidad en el momento en que vislumbran la relevancia de su misión, que es justamente aquel en que el huevo sale de la cloaca. Placer similar en la forma pero muy diferente en el fondo, por lo demás, al vulgar gusto humano por hacer caca, que tanto alivio proporciona al organismo, sobre todo si se trata de un carnaval de zurullos.
-Tema genialmente tratado en diálogos anteriores, Barón de la Coprolalia.
-Pero qué hace el hombre en vez de imitar el ejemplo de la gallina.
-No sé.
-La engaña, Chalapán. La hace creer que echará pollitos a la vida cuando lo que está haciendo es llenar miles de cajas de huevos que se desplazan por una huincha mecánica, eternamente, mientras la gallina pica harina de pescado frente a una luz infernal, hora tras hora, día tras día, sintiéndose inmensamente feliz, incluso cuando le llega el momento y entra el padre Karadima a darle la extremaunción.
-¿Ama la gallina, Maestro de la Bondad Infinita?
-Naturalmente que sí, Chalapán, entendido el amor de cualquier forma que se quiera entender. La gallina sabe de sacrificio, de renuncias, de darse entera a su amado, en cuerpo y alma. Se levanta antes de que cante el gallo y se acuesta a la hora de las gallinas. Cuida a sus pollitos con el mismo e incluso superior celo que una madre humana, llámese ésta Paris Hilton, Karen Doggenweiler o Kim Kardashian. Es sabido que estas tres grandes madres destacan por el regimiento de nanas que las acompañan doquiera se dirijan, aunque, permítaseme decirlo, no me interesan sus vidas privadas, no las conozco al detalle y para los efectos de este diálogo no tienen la menor importancia. Ni siquiera sé si han parido alguna vez. Lo que sí cobra valor y sentido a la luz de estas palabras es que la gallina no tiene nana, una prueba más de su abnegación, de su disposición a la ofrenda.
-Pero si ama la gallina, Profesor, ¿cómo puede darse que su amor sea incompatible con la postura pollito pastando?
-La respuesta nuevamente la encontramos en el documento de la Sociedad Gallinológica de la Universidad de Sacramento: la gallina ama, pero tiene cabeza de pollo. Esto es, ama y olvida (otro factor esencial del gran amor). En términos prácticos o profanos la gallina ama, pero olvida y se deja llevar por el apetito. Se agacha para picar maíz, viene el gallo y se la pisa. Entonces recuerda su amor, inclina humildemente la cerviz y se dispone al sacrificio, a sabiendas de que más tarde vendrá su recompensa. A todo esto, nadie ha podido explicar, ni siquiera los investigadores de Sacramento, por qué los huevos de color son más caros.
-¿Pero por qué es incompatible el gran amor con la postura pollito pastando, Maharajá del Vicio?
-El fabulista Esopo publicó en su tiempo una historia que fue censurada por la crítica griega, y eso que los griegos eran los capos de la libertad de expresión; aun así mataron a Sócrates, el escritor preferido de Carlos Menem, según declaró él mismo en sus días de gloria, antes de conocer a Cecilia Bolocco. A propósito, qué le habrá encontrado Cecilia Bolocco a Menem. Dicen que un saco de plata; otros juran que Menem tiene la media coronta porque tiene esa cara de huevón de coronta grande, y que con Viagra puede echar hasta tres cachas al día, la prueba máxima está en Maximito, que no se parece para nada a Kike Morandé sino que es la copia fiel del ex mandatario del país de allende los andes, no hay nada injurioso en decir esto, me pongo el parche antes de la herida.
-Su voz jamás podrá ser acallada, Máximo Rey.
-Además escuché por ahí, creo que me lo contó La Fiera, que al cabezón Menem le gustaba echar cacha con pañuelo cafiolo, bata y pantuflas. Después se peinaba ante el espejo y se tomaba un whisky. Antes de acostarse llamaba por teléfono a Anillaco y preguntaba cómo iba la plantación de aceitunas y la cosecha en la viña. La cuenta de teléfono le salía como 240 lucas al mes y como a nuestra ex Miss Universo se la descontaban de la cuenta corriente mediante el sistema PAC, que evita las colas, gran invento, el cabezón se hacía el leso y por ahí se filtró que esa fue la verdadera causa de la separación.
-Se disponía a iluminarnos con una fábula de Esopo, Vox Populi.
-La fábula decía así: cierto día la gallina picaba maíz cuando vino el gallo y se la pisó postura pollito pastando. La gallina protestó: entonces no me amas. El gallo osó responderle, aunque no era obligación: por qué dices eso. La gallina contestó: porque un gran amor es incompatible con la postura pollito pastando.
-Me ha vuelto a iluminar. ¡Ahora por fin lo entiendo todo!, Lux Aeterna.
-Las fábulas suelen contener más verdad en lo que no dicen que en lo que dicen, querido Chalapán. De allí que ésta haya perdurado en el tiempo y además servido para organizar múltiples seminarios alrededor del mundo en hoteles cuatro estrellas que se han hecho la América a costa de Esopo y su mensaje hermético.
-¿Pero en el fondo cuál es la moraleja? No entendí tanto.
-Una interpretación libre de la fábula sería la que sigue, querido Chalapán: el gallo no es capaz de amar pues se guía por su instinto. Otra interpretación es: el gallo ama a su manera pero la gallina no entiende su lenguaje. Otra interpretación sería que la gallina vive protestando, porque le conviene. Una cuarta interpretación vendría siendo que ni gallo ni gallina saben de amor, apenas de sexo a la brutanteque. Quinta interpretación: quien desea es que no ama. Sexta interpretación: el gran amor supera al deseo carnal, mas no lo elimina. La moraleja que nos dejó Esopo dice así: el gallo dejará de ser el rey del gallinero cuando le saquen la cresta.
-Ahora sí entendí. Creo.
-Jamás amante alguno, hombre o mujer, ha venido a mi oficina a solucionar problemas sexuales, pero sí lo han hecho incontables matrimonios. Lo anterior vendría a demostrar, a juicio de este Profeta del Vicio, que los amantes echan cachas como si se viniera acercando del cielo la radiación de Fukushima y que los matrimonios echan menos cachas.
-¿Por qué, Maestro?
-Porque un gran amor es incompatible con la postura pollito pastando.
-Ah. Parece que ahora entendí.
-Una señora me contaba el otro día que estaba recogiendo unas colillas del cenicero de la mesa de centro en el living cuando entró el marido y le enchufó la corneta. ¿Y cómo reaccionó usted ante el embate?, le pregunté. Me quedé como estatua, Profesor, me dijo. De esto se desprende -y luego la dama lo confesó- que el matrimonio estaba culiando poco. A la siguiente sesión pude confirmar lo que ya era una tabla de la ley en mi mente: ese matrimonio no se amaba. En la última sesión la señora me reveló que el marido solamente se la pescaba en esa postura, de modo que durante la semana ella vivía juntando colillas en el cenicero y el domingo en la mañana le avisaba, al levantarse, que más rato tenía que hacer el aseo en el living. Usaba el eufemismo porque se declaraba tímida.
-¿Qué hace a la postura pollito pastando antagonista del gran amor, Maestro?
-Tal duda me fue respondida, no sé si resuelta, por un gásfiter con el cual compartí un borgoña en chirimoya, Chalapán. Le pregunté por qué los gasfíteres, no gásfiteres, menos gásfiters, eran tan irresponsables y nunca llegaban a la casa cuando uno los llamaba. Se defendió alegando que se trataba de un oficio miserable, lleno de pelos y mojones trancados. Le pregunté por el mito del gásfiter que es recibido por la dueña de casa en baby doll y me aseguró que una pura vez le había tocado algo así en su larga trayectoria. Era una mujer entrada en años que sin embargo lograba mantenerse atractiva. "Cuando me la estaba chiflando pollito pastando me pidió que le apretara los pezones con la llave inglesa, me salió chúcara", dijo. La conversación prosiguió y abordamos el tópico de la selección chilena, que nos mantuvo concentrados un buen rato. Cuando pedimos el segundo jarro me preguntó a qué me dedicaba yo, y yo le conté algo de mi vida. Se manifestó sumamente interesado y como siempre pasa, intentó una consulta gratis. Acordamos que él pagara los dos jarros y entonces pudo preguntar. Lo que quería saber era por qué un gran amor era incompatible con la postura pollito pastando. No era momento para sicoanálisis ni nada parecido, de modo que la consulta hubo de llevarse a cabo en la misma quinta de recreo, con música de Luis Dimas en el Wurlitzer. Le pregunté qué tenía contra la postura pollito pastando y me dijo que nada, que al revés, le gustaba, era su preferida, sobre todo con las maracas. Por qué, le pregunté. Primero, es más fácil Don Buruburo. Segundo, la maraca del café topless se pone altiro pollito pastando. ¿Y tercero? Que de arriba se le ve el poto gordo y uno cuando la agarra de las ancas se lo manda a guardar a la paraguaya y se va cortina rapidito, más rápido si la mujer hace como si le gustara. Le pregunté si en cambio un gran amor... y me respondió: "La única vez que amé, Don Buruburo, culié poquito y cuando culiamos yo lo único que ansiaba era mirarla a los ojos". No tiene usted alma de gásfiter, le dije. ¿Por qué, Don Buruburo? Nada, prosiga. Me dijo: "La miraba a los ojos y me iba cortado con los ojos llenos de lágrimas". ¿Qué hacía ella?, le pregunté. Trabajaba en una panadería picando cebolla para hacer empanadas, me dijo. ¿Ella también lo miraba a los ojos? No, le gustaba pollito pastando. ¿Y qué pasó? La pillé atracando con el tuerto de la caja y hasta ahí no más llegamos; la increpé a la salida y le pregunté qué le encontraba al tuerto. Me dijo que lo amaba y que él también la amaba, porque lo veía en sus ojos. ¿Cómo se llamaba el tuerto? Mamerto.
-Ah, creo que ya me está quedando claro Mamerto, perdón, Maestro.
-En otro ámbito y ahora que empieza el otoño, he notado que las hojas caen con la ventolera, pero si no hay ventolera no lo hacen y son capaces de permanecer en su posición hasta la llegada de la primavera, cuando el árbol renueva sus hojas. Son éstas últimas las que refrendan el ciclo de la naturaleza. Digo esto por los culiados que se aferran a sus trabajos soportando huracanes, sin dar paso a las nuevas generaciones, pero tarde o temprano llegarán las oscuras golondrinas y harán verano. A propósito, una golondrina no hace verano y sin ir más lejos, la golondrina no pisa pollito pastando sino golondrina pastando. Dícese que Dios privó de entendimiento a los animales a través del lenguaje para que no quedaran más atrocidades en la Tierra. De lo contrario la golondrina y el pollo aún estarían disputado la marca pollito pastando, igual que Chile y Perú se disputan la marca pisco.
-Eso es así y no de otra forma, Magistral Maestro.
-Las personas que se quieren de verdad no pisan pollito pastando, Chalapán, sino misionero, la postura sagrada, no confundir con patita al hombro, primer escalón hacia el valle del pecado. De igual modo, resulta sumamente sospechoso si al momento de la cópula la amada da la espalda para sentir el pico por detrás. Es muy probable que lo haga para que no se note que está pensando en el patas negras. En lo que concierne al varón, numerosas damas han entrado llorando a mi consulta. Luego de secarles las lágrimas con mi pañuelo usado me han confesado que durante el acto su amado les introdujo un dedo de la mano en el orificio anal, más allá de la segunda falange. Hemos concordado ambos entonces que eso no es amor y para vengarse les aconsejo hacerlo pollito pastando conmigo. "No Profesor -dicen siempre- eso lo hago solamente con mi amante". Entonces le pido que me chupe el pico y tras dudar unos momentos lo hace, "pero no piense mal, Maestro Perfecto, lo hago solo para desquitarme del canalla de mi marido", me advierte. Si supiera que yo lo sé todo no me chuparía el pico: la mujer se enfadó con el "canalla de su marido" porque cuando éste retiró el dedo lo sacó lleno de caca y eso la avergonzó a tal extremo que tomó el dedo y se lo chupó ella misma para hacer desaparecer al instante la prueba del delito. Por lo tanto, lo que la trajo a la consulta, sin confesarlo, fue que tan mala no encontró la caca, un poco amarga no más, pero sustanciosa, y eso la llenó de culpa. Así es, amigas y amigos, la vida guarda demasiados misterios y para eso estoy, para descorrer las cortinas.
-Pero por qué un gran amor es incompatible con la postura pollito pastando, Profesor, qué tiene que ver una cosa con la otra.
-Cuéntase que un gallo romántico implantó nuevas reglas en el gallinero. Les habló francamente a sus chiquillas y les confesó que él no era de amores frívolos, sino de grandes amores, y que su corazón le pertenecía a una sola, que se llamaba Francolina. La gallina que así llamábase suspiró de gusto y lanzó al suelo unas gotitas de pipí, por la excitación de saberse reina del gallinero. Así se comprobó de paso que las gallinas mean. A las demás gallinas no les quedó otra que seguir buscando gusanos. El gallo entonces procedió a hacerle la corte a Francolina. La tomó de un ala y se la llevó al rincón del gallinero, donde le juró amor eterno. A Francolina le faltaba la respiración, aunque íntimamente sentía que el gallo demoraba mucho en acostarse con ella.
-Continúe por fravor, Maestro. Creo que ahora sí veo la luz al final del túnel.
-Por fin llegó la hora. El gallo había preparado un biombo para que no fueran vistos por las demás en tan íntimo acto. Francolina se puso pollito pastando y el rey la corrigió: "Así no, tesoro, no simplifique ni vulgarice lo que Dios ideó con tanto afán". Francolina se murió de vergüenza y le preguntó cómo le gustaba. "No se trata de gustos, mi bien, sino de amor, de puro y sincero amor". Francolina se conmovió y llorando a moco tendido le dijo que estaba a sus órdenes. El rey la depositó suavemente en el piso y le pidió que abriera las patas y tratara de apretarle las costillas con ellas, no tan fuerte. Así lo hizo Francolina, a duras penas, pero le gustó. El gallo le metió el pico y se fue cortado en menos que canta un gallo, no alcanzó ni siquiera a decirle que la quería. De modo que ya acabado el acto le proclamó su amor. "¡La amo, Francolina, quiero ser solo suyo! ¡Y para siempre!". A Francolina ya no le gustó tanto la preferencia de su señor. Así duraron tres días, pero al cuarto se puso tortillera y cuando se dio cuenta de su depravación, del pecado mortal que estaba cometiendo, se ofreció ella misma como cazuela para el domingo. El lunes el gallo palideció y el martes amaneció con el cogote estirado. A lo que llegan estas cosas, pensar que trato de dar alegría y todo termina en tragedia.
-Qué triste fin tuvo el pobre gallo.
-Sin ir más lejos, Chalapán, un viejo ferroviario jubilado que acudía todas las tardes a la estación para mirar pasar los trenes, ya que como era viudo no tenía otra cosa que hacer, se encontró un día métale dando explicaciones a una chiquilla que se bajó del expreso de Chillán y no sabía cómo llegar a la casa de su tía. La chiquilla no se sabía ni los nombres de las calles. Para los efectos de esta historia debemos anticiparnos a aclarar que hace dos días había cumplido 18 años. La cabra se pasaba riendo de puro tonta y con el viento del andén se le levantaba la falda y se le veían los calzones de algodón. El viejujo se calentó y le ofreció acompañarla, lo que ella aceptó de muy buen grado, sobre todo porque se trataba de un viejito tan caballero. Supiera la cabra que al viudo le había empezado a gotear la tula. El hecho es que llegaron ambos a la casa de la tía y la cabra no tocó el timbre sino que abrió la puerta con la llave que andaba trayendo en la chauchera. ¿Que tiene llave? Sí. Bueno, yo llego hasta aquí -el viejo no daba más, pero no se atrevía a tirarse al dulce, era medio tímido. ¿Quiere pasar a tomarse un agüita caballero? Muchas gracias, no se moleste -ya estaba que largaba el chorro de moco. Si no es ninguna molestia. Si no es molestia, paso. Entraron. Estaba oscuro. Oye cabra, ¿y tu tía? (el viejo se puso barsudo). ¿Qué tía? ¿No veníai donde tu tía? No, era mentira. El viejo le agarró el poto y con la lengua se le fue directo a las tetas. En eso se encendió la luz y la mujer exclamó: ¡Yo soy tu tía!
-¿Cómo? No entiendo, Califa Superior.
-Era un esperpento nauseabundo, una vieja sin poto que en el baño del tren, antes de llegar a la estación, había adoptado la forma de una chiquilla de 18 años 2 días para probar qué tan nobles eran los sentimientos del viudo. Como éste salió mal en la prueba, la vieja sin poto se puso pollito pastando y el viejo se la tuvo que chiflar con los ojos cerrados. Igual se fue cortina, pero el gustito fue raro, como doloroso.
-Ah.
-De este diálogo debemos extraer lecciones, distinguido subalterno. Cuando los enamorados empiezan a pisar pollito pastando están dejándose de amar, es una de ellas. Me acabo de acordar del caso de una gallina que llamó al Rumpy para contarle que estaba sintiendo cosas extrañas por un peuco. El huevón del Rumpy quiso ponerse ingenioso y gritó con su voz de pito que eso era zoofilia. La gallina se picó y le contestó que fuera a huevear a su hermano. El Rumpy acusó el golpe y bajó el tono. Costó harto volver al nivel primitivo, tuvieron que poner una cortina musical y a la vuelta la gallina relató su historia. Contó, muy seria, porque se trataba de una historia seria, que cuando vio por primera vez al peuco rondando el gallinero no sintió nada. En cambio el gallo salió a echarle la foca, lo que provocó las burlas del peuco, quien dejó oír su voz ronca de padre y señor mío, ahí la gallina sufrió el primer tiritón. Al otro día volvió el peuco temprano y la gallina lo miró de arriba abajo. Era tan macho, hablaba poco y nada y fumaba por el lado del pico. Se paraba en la rama y miraba el gallinero, no hacía nada más, se podría haber pasado el día en eso. Pero se las comía a todas con los ojos, menos al gallo. Este último quiso dárselas de listo y lo agarró a hondazos. El peuco se hacía pallá y pacá, muerto de la risa. Entonces la gallina salió al ruedo y le rogó que bajara a tomarla, lo dijo con palabras poéticas tan decimonónicas que al peuco se le entró la hombría. Se había producido un insólito coup de force, que obligó al gallo a retar a duelo al peuco. Designaron padrinos, un topo lo fue del gallo y un pavo lo fue del peuco. Se repartieron las pistolas y se contaron los pasos. La gallina se puso a picar maíz; vino el pavo y se la pisó pollito pastando. Los dos disparos dieron en el blanco al mismo tiempo y a los 21 días a la gallina viuda por partida doble le nació un gallipavo.
-Qué tierna historia, Maestro.
-Amigo Chalapán, debemos dejar algo de ingenio para los siguientes capítulos. Me disculparás si el final se torna tan abrupto, pero en realidad queda poco que decir. En tres palabras, como el bolero, si los culiados pisan pollito pastando no están enamorados. Si pisan misionero son católicos de misa diaria o judíos ortodoxos, malos para el catre. Los indios califas pisan postura cangrejo, que es el pollito pastando del Kamasutra, de modo que si un indio pisa cantando es un cheyene. Tráete el queque ahora.
-Con todo gusto, Gran Maestre de la Sabiduría Gastronómica.
-Mmm... me gustó más el budín de pan.
-Se lo diré a mi mamá, con el fin de que se esmere en la medida de lo posible.
-Olvida lo que dije, querido Chalapán. Honor, templanza y dignidad.
-Honor, templanza y dignidad, Dictador Supremo.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio